«Cuando estás en el sitio donde tienes que estar y estás haciendo lo que tienes que hacer, todo encaja». Aunque la historia de Bauskain se remonta a la Edad Media, vamos a viajar solo unos poquitos años atrás para hablar de cuando Fernando Gaytán de Ayala y Maestre recibe la finca en herencia y su esposa, María Asunción Gaytán de Ayala y Domínguez, Asun, —emprendedora, trabajadora y con mucha intuición—, decide transformar el caserío en un lugar para celebrar bodas, en una época en la que casarse en un pueblo, en plena naturaleza, era una nouveauté. Sin embargo, sin riesgo no hay aventura.
Comenzaron así las obras de restauración de los caseríos Bauskain y Elorregui, adecuaron las instalaciones, la cocina, transformaron una antigua vaquería e incluso, con sus propias manos, Fernando plantó tuyas, plataneros, olmos… en medio de la pradera.
Asun fue directora de un parvulario en Irún, trabajó junto a la diseñadora de vestidos de novia Basaldúa, fue Dama de Honor y Devoción de la Orden de Malta, compraba muebles a los brocantes y chamarileros de Francia para venderlos en el Rastrillo Nuevo Futuro. Tremendamente sociable y sencilla, sus hijas Sofía y Clara recogieron el testigo: «Nuestra madre nos enseñó que hay que poner en valor lo que tienes».
Clara estudió Secretario de Dirección en Madrid, durante muchos años trabajó como salus infirmorum de bebés recién nacidos y se ocupa de la parte administrativa de Bauskain. El legado de sus padres les ha llegado siendo jóvenes y eso, dicen, es muy positivo porque tienen fuerzas, ganas y una visión actual. Ambas se esfuerzan mucho, al igual que hicieron sus padres con ellas, por que sus hijos sientan este patrimonio como suyo, crezcan en él y con él.
La historia de Sofía guarda ciertos paralelismos con la de sus padres: también ella y su esposo, Javier Urzaiz, recibieron en herencia un palacio medieval: el Palacio de Villahermosa, en Zaragoza. Tuvieron que adaptar una vida del siglo XVI al siglo XXI, mudarse junto con sus cuatro hijos y lanzarse a la aventura de las bodas.
Una finca del siglo XV, situada en el pueblo de Markina-Xemein, a tan solo media hora de Bilbao. Siempre en manos de la misma familia desde su construcción, cuenta con 36 hectáreas de naturaleza, de frondoso bosque y de historia que te harán sentir el espíritu del medievo. Un lugar donde el tiempo se detiene y se convierte en el ahora, para ti, para siempre.
A menos de un kilómetro, preside el horizonte la Torre de Barroeta, construida en 1350. Y junto a ella, los dos caseríos: Bauskain y Elorregui, separados por una gran campa de hierba verde que recuerda a la Inglaterra de las hermanas Brontë.
La historia está impresa en las paredes de este caserío construido en el último siglo de la Edad Media. Durante la Guerra de Crimea (1853-1856) fue acondicionado como granero para paliar la escasez de cereal que había en Europa. Sigue manteniendo el escudo original de la familia en su fachada y en su restauración, hace dos décadas, se conservaron elementos originales del edificio e incluso trajeron las lajas de Udax, en el Pirineo Navarro. Convirtieron una antigua vaquería, donde llegó a haber 70 vacas parda alpina, en un comedor con capacidad para 400 personas. Una obra que supervisó personalmente el actual propietario de la finca, donde queda impreso el alma de la familia que conserva este lugar desde el siglo XV y que se realizó con la colaboración y el trabajo de los vecinos del pueblo.
Situado en una loma, el segundo caserío fue también restaurado y convertido en residencia. Goza de unas vistas espectaculares de la finca, del paisaje que cambia con cada estación y del arbolado que plantó a mano el actual propietario, formado por plataneros, tilos, olmos, tuyas… en mitad de la pradera. Este caserío es perfecto para alojarte durante tu boda. Se convertirá en tu propio hogar.